En España, como
país de extremos que somos hemos convertido
el fracaso empresarial casi como en algo deseable. Tiene más repercusión un fracaso que un éxito.
Hay
una evidencia incuestionable: en este país, no hay una
cultura real del fracaso no
como algo deseable, sino como una posible ‘estación’ del camino hacia el éxito
empresarial. Una de las dos frases que
todos los que se arriesgan y fallan deberán escuchar es ‘Te lo dije’. Las
consecuencias sociales de una caída son mucho más dañinas que las económicas,
si fracasas eres un fracasado para siempre. El castigo de los demás puede resultar mucho
más duro en una sociedad que sigue sin fijarse en el trayecto para centrar todo
en el resultado final.
Pero
parece que se esta cambiando, no dejamos de escuchar a gurús, expertos y asesores
que nos dicen que el fracaso es una experiencia, un paso en el camino del éxito
empresarial se está pasando, en muchas ocasiones, al lado opuesto.
Se han multiplicado
los empresarios gurús que se jactan de haber fracasado varias veces en su vida,
de haberse arruinado otras tantas. Han surgido demasiadas voces que hablan de
las bondades de ese fracaso para un empresario. Y existe el riesgo
de confundir conceptos y de convertirlo en algo casi deseable por todos cuando no debería así.
Que
el fracaso puede formar parte del camino hacia el éxito es algo irrefutable con
miles de ejemplos que lo corroboran. Pero de ahí a pensar que se trata de un
paso obligado e, incluso, buscado hay un trecho que es el que se está
recorriendo en este extraño fenómeno. ¿Hay que aceptar el fracaso y sacar
conclusiones positivas tras sufrirlo? Por supuesto. Quien así lo haga tiene
mucho ganado en esta particular batalla del emprendimiento. Pero no nos
confundamos: el objetivo es evitarlo y tomar las decisiones
correctas para que así sea.
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